mayo 30, 2012

Película del día...

Cosmopolis - David Cronenberg , 2012

Sin ni siquiera tener el tiempo de dejar atrás los "lapsus freudianos" de la maquiavélica, retorcida y maravillosa "A Dangerous Method", recibida con críticas discordantes en el Festival Internacional de Cine de Venecia, el nunca cansado, nunca satisfecho David Cronenberg regresa, por enésima vez en su carrera, a investigar cuanto de bueno, de malo y de imprevisiblemente aleatorio se esconda dentro la psique humana. Lo hace con una obra - la vigésima de su esquizofrénica filmografía - que, en apariencia, no tiene nada en común con aquellos que han sido los rasgos dominantes de su esfuerzo anterior, pero con el que muestra más similitudes de cuanto la historia, la ambientación y el reparto hagan suponer. Los títulos iniciales de "Cosmopolis" son como las pinturas de Pollock. El action painting está fuertemente relacionado con el psicoanálisis, el que te hace pensar inmediatamente en "A Dangerous Method". Tal vez, "Cosmopolis" es un poco su película gemela, aunque si es temáticamente y contextualmente todo lo contrario. Allí donde había un mundo "antiguo", pulido y perfecto, aquí estamos en plena actualidad hi-tech. Pero en ambas películas se habla tanto: en la primera por la fuerza de las circunstancias, en la segunda el propósito de las palabras es completamente diferente.

"Cosmopolis" cuenta un día en la vida de Eric Packer (Robert Pattinson), que representa el más fúlgido ejemplo de abanderado del moderno capitalismo, virtual, evanescente, simbólico y despiadado. El protagonista, de apenas veintiocho años, se ha convertido en millonario previendo las fluctuaciones del mercado y actualmente está involucrado en una lucha privada contra el yuan. En un momento desfavorable para su carrera decide atravesar New York, dentro de su gigantesca y futurista limusina, para ir donde su barbero de confianza y arreglar su corte de pelo. Pequeño inconveniente: la ciudad está totalmente paralizada por la visita del presidente. y las calles están afectadas por las manifestaciones organizadas por los grupos de protesta, al sonido del eslogan "Un fantasma recorre el mundo". En este período de tiempo limitado, Eric encuentra tantos personajes y tiene con ellos largas y filosóficas conversaciones: desde su reciente esposa Elise (Sarah Gadon) que trata como a una extraña, pasando por su asesor de "teoría", hasta llegar al encuentro decisivo con el autor de las amenazas que le acechan a partir de la mañana...

Adaptando fielmente la fría y discutida novela de Don DeLillo, maestro de la literatura contemporánea postmoderna, Cronenberg conserva la mayoría de situaciones y diálogos. La razón es, para aquellos que han leído el libro, bastante obvia, dado que se trata de diálogos deliberadamente artificiales, de extraña frialdad, alienantes y crudos. ¿Qué ha hecho, de más, el director para llevar en pantalla literalmente una novela ya escrita ? La ha obviamente incrustado al interior de su poética, construyendo estéticamente y visualmente todo el aparato diegético. Un trabajo que satisface plenamente las expectativas. Y no sólo hablo de la lujosa, lustrosa y tecnológica limusina (con lavabo incorporado), sino más bien del "fuera". New York, quizá nunca haya sido tan sucia y peligrosa como en "Cosmopolis", aunque porque en las calles se ha volcado toda la población, debido a diferente eventos : la visita del Presidente, el funeral de una famoso cantante, el rodaje de una película y una manifestación pólitica, el tráfico, obviamente, es casi impenetrable. A pesar de esto, Eric quiere, definitivamente, ir donde el barbero al otro lado de Manhattan. Él obtiene siempre lo que quiere, ¿Por qué no puede obtener esto también?. Eric se pregunta qué pasaría si un día las ratas fuerán monetizables, cuál es la situación del yen y el verdadero significado de la palabra "inflamado". Eric, vestido en un perfecto traje Gucci, desea, en definitiva, tener todo bajo control y le gusta el equilibrio. Es por eso que no le importa nada de aquello que sucede fuera, y permanece encerrado en su limusina a dialogar con la persona de turno (secretarias, personal, etc.).

Cronenberg opta por seguir el camino ya recorrido con la película anterior, incluso retomando literalmente los diálogos que se encuentran en la novela de partida. Por cuanto puedan parecer artificiosos y poco realistas, a menudo abtractamente no consecuenciales, se trata de palabras que ayudan al espectador a descifrar aquello que verdaderamente interesa al director: una descripción del mundo moderno dominado por el capitalismo. La ambientación de la película, rodada principalmente en el interior del vehículo del multimillonario, estructurada como un espacio aséptico y gélido e infestado por la tecnología, se sumerge en una visión del mundo bien determinada. A construir el curso de las cosas es el flujo rápido de datos, la información y la interpretación-explotación de la misma por parte de personajes aislados de los hechos reales que constituyen y perpetuan el capitalismo, visto casi como un metafísico principio de realidad. Las mismas protestas de los revolucionarios no hacen más que consolidar las posiciones de poder del libre mercado, los golpes y las rayas de pintura con las que es arruinado el automóvil no preocupan de ninguna manera Packer, interesado únicamente al sexo, a la satisfacción de sus deseos repentinos (una acumulación de bienes, incluyendo artísticos, que se desinfla inmediatamente en la apatía), e incapaz de sentir empatía por otro ser humano.

Estéticamente, "Cosmopolis" es tal vez la película de David Cronenberg más cercana a "Crash", con algunos momentos que recuerdan "eXistenZ". En "Cosmopolis", se encuentra todo Cronenberg, desde sus inicios hasta la actualidad. Se encuentra la metamorfosis, el sentimiento de culpa, el pecado, la redención, la podredumbre de la naturaleza humana y de la sociedad, que nos aplasta y nos sofoca sin distinciones. En esta perspectiva, la película puede ser vista como una astuta y despiadada acusación contra el capitalismo, que Cronenberg reproduce a través de la metáfora de la limusina, como si toda la vida - y con en ella la sociedad, la economía, el sistema - fuera un vehículo en marcha que se debate en el tráfico y del cual, una vez subidos, no podemos más separarnos. Apéndice de toda la historia es en efecto la limusina, la envoltura dentro la cual Eric Packer está encerrado y que utiliza como medio para alcanzar su fin. Al interior de la misma se desenvuleven muchos de los diálogos que hacen, sin duda alguna, de corazón palpitante a toda la obra. De los mismos surge una serie de significados simbólicos que Cronenberg desea atribuir a su historia, lo suficientemente potentes como para dejar huella y ser comprendidos pero no explicados. A través de las conversaciones de nuestro protagonista con los diferentes personajes que aloja en el vehículo, se encuentra el análisis del mundo contemporáneo, de las altas finanzas, de la ligereza con la cual los golden boys de Wall Street juegan con el dinero, sin pensar que sus acciones pueden arruinar a toda una comunidad. Se respira la crisis de los bancos estadounidenses y "Occupy Wall Strett", dando a la novela di DeLillo una visión clarividente.

Pero "Cosmopolis" no está sólo hecha de diálogos e introspección. Es también pathos, adrenalina e inquietud, sensaciones que están expresadas totalmente gracias a la habilidad del director. El genio de David Cronenberg, también está en haber dado el papel principal a Robert Pattinson, intérprete joven y cautivador, frío e inexpresivo. Vampiro alabado por las masas e introducido en el imaginario colectivo por las multitudes. Pattinson chupa más sangre (y más almas) en "Cosmopolis" que en cualquier otro capítulo de la saga de Stephenie Meyer, emana glamour y magnetismo más que cualquier pasarela rodeada por sus más feroces admiradoras. El actor británico adosa las atenciones de la cámara por cien minutos consecutivos, haciendose (casi) perdonar las cuatro interpretaciones en "Twilight". De cualquier manera, se trata de un Pattinson inédito, desnudo, arrogante, que folla, y que se hace inspeccionar el ano. Acompañado por la fuerte paréntesis de un grandísimo Paul Giamatti y de una gélida y descerebrada Sarah Gadon, la nueva película del realizador canadiense es también una maravillosa amalgama interpretativa. Una vez más, la película de Cronenberg juega todo sobre la interpretación de los actores, marcando significativamente rostros y cuerpos. Que sean Robert Pattinson, Paul Giamatti, Sarah Gadon, Juliette Binoche, Mathieu Amalric, Samantha Morton o Jay Baruchel, no se trata de una simple restitución del texto, sino más bien de una verdadera encarnación del núcleo generativo de la obra.

Obviamente, intelectual, casi hasta llegar al "fastidio", fría y dificilísima, "Cosmopolis", como ya había dicho, la gemela de "A Dangerous Method", no sólo porque es tan locuaz que podría aburrir al espectador medio (y no sólo), sino por como trata la dicotomía control/ liberación, racionalidad /instinto. Si la limpieza quirúrgica de "A Dangerous Method" escondía debajo de su superficie toda la lava y los impulsos de un mundo que estaba cambiando, en "Cosmopolis" todo esta turbulencia está ya fuera, libre de actuar. Quién no se da cuenta es "el fantasma del capitalismo", del cual Eric es el simulacro. La obra de Cronenberg es revitalizada sólo por momentos fugaces de ironía y por situaciones absurdas: a diferencia de la película anterior, sin embargo, el interés del espectador, por cuanto rechazado emocionalmente, permanece siempre despierto, incluso en el verbosísimo confronto final. Una mención especial, que probablemente colabora a mantener esta participación visual, es la música evanescente e impalpable del maestro Howard Shore, que rompe el silencio inquietante y lleno de presagio que envuelve los diálogos de los cuales está cubierta toda la película.

Cronenberg pone en escena la historia de un hombre que está encerrado en sí mismo, que finge no ver por qué sería el final, la catástrofe. Por que fuera el mundo se esta quemando. Es frío y distante incluso con su esposa, Elise, poetisa de buena familia, millonaria, y que se ofrece de ayudarle en el momento que le confiesa de haber perdido varios millones de dólares (muchos millones ...). Pero los dos en realidad practicamente no se conocen ("Desde cuando has comenzado a fumar?", "Desde que tenía 15 años"), y a Eric no le importa demasiado ser atado sentimentalmente de manera fiel, al contrario. Entre otras cosas, después de cada aventura, la mujer sabe perfectamente lo que ha hecho ("Hueles a sexo"). Eric no es en lo absoluto preocupado, y no lo es ni siquiera de las diferentes señales del mundo en rebelión, como por ejemplo todas las personas que tienen a los ratones por la cola: los ve primero por las calles, a través de la ventana de la limusina, y luego en el restaurante donde el protagonista está comiendo con su esposa. Su viaje a través de la ciudad sin embargo tiene una sóla y única destinación, una confrontación final decisiva...

Si la confrontación final con Benno Levin (Paul Giamatti) es rodada de manera teatral (pero se debe tener en cuenta la construcción del espacio y de los ambientes de la película: de puro maestro), también es cierto que a Cronenberg interesa la sustancia de la cuestión: que es decisiva y final. Que Eric y Benno son dos caras de una misma moneda es evidente (ambos tienen la próstata asimétrica), pero no tiene (más) sentido de que se completen: ya no es posible. El viaje en limusina de "Cosmopolis" después de todo, lleva a esto, y no ha sido algo inútil. Cuando Eric escuchaba la frase "Un fantasma recorre el mundo", sonreía, indiferente. Quizá: tal vez no había entendido cómo iba a terminar todo esto. O tal vez sí : pero vivir es mucho más doloroso que permanacer encerrado a pensar dentro de un vehículo o hablar con cualquiera de los más diversos argumentos existentes. No por casualidad, al final, una lágrima moja su mejilla. Y es justo así. “Destroy the past, make the future”.

Valoración : 10 / 10


En dos palabras : Intensa, compleja, visualmente sugestiva, simbólica y meticulosamente detallada en su esencialidad, "Cosmopolis" es  la prueba hecha película del intento de fusión del estilo clave del genio canadiense y de la compleja psicología de DeLillo. Un viaje interior hecho de reflexiones filosóficas y diálogos simbólicos, es puro concentrado cronenberguiano, una obra que desarrolla y completa la visión ultrapesimista de un autor que desde el inicio de su carrera, ha tenido el don de observar profundamente el mundo que le rodeaba, una película brillantemente enferma que tiene el poder de impresionar a cualquiera que la vea y de no dejar absolutamente indiferente a nadie. Obra mayor.

mayo 21, 2012

Película del día...

To Rome With Love - Woody Allen , 2012

Para cerrar (al menos temporalmente) el viaje por Europa durado tres de las cuatro películas anteriores (la española "Vicky Cristina Barcelona", la londinensa "You Will Meet A Tall Dark Stranger", la parisina "Midnight In Paris" ), el genio de Woody Allen aterriza en la Ciudad Eterna con "To Rome With Love", una mezcla de historias y de sensaciones/emociones que releen la gran capital a través de su anacrónica belleza y de su imaginaria perfección. Un poco en línea con ese fenómeno bastante peculiar en donde los ítalo-americanos emigrados a Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial han quedado aferrados a un dialecto incomprensible sin ser capaces en cambio de entender, el italiano corriente, de la misma manera la postal romana de Woody Allen sufre y brilla de la misma contaminación de un tiempo pasado (o quizá jamás existído) que se ha nutrido de sensaciones apócrifas que sólo la nostalgia, la seducción de la cinematografía de los años dorados (Fellini, De Sica) y la proyección extranjera de una "Dolce Vita" italiana ha sido capaz de generar.

Y es por esta razón que, si bien en su regodearse en los clichés y estereotipos de una Roma/Italia agradable y volátil, "To Rome With Love" despierta en el espectador una especie de participación en los lugares comúnes que, personalmente, no concedería(mos) a cualquier otro director. Un Decameron (de hecho la película tenía que haberse llamado Bop Decameron) de "cuentos" que se entrelazan sobre el fondo de una Roma color ocre en donde vive el choque entre la inmovilidad sin tiempo registrada por la belleza de los monumentos y ruinas y el caos frenético de una nueva mundanidad que parece conciliarse mal con la perfección estética de aquel pasado. Dividida en cuatro episodios que nunca confluyen en la misma narrativa, "To Rome With Love" es una película más o menos lograda según los ojos con los que se visiona: descontinua y no siempre orgánica a nivel narrativo (por ejemplo, menos de la bellísima "Midnight in Paris" ), la última película de Allen, sin embargo, brilla en su ser un caleidoscopio de emociones romanas asociadas a un pasado y un presente jamás existidos (excepto en la sugestión personal de un "Americano - decidamente especial - en Roma").

En Roma, durante unas vacaciones de verano, la joven turista estadounidense Hayley (Alison Pill) conoce y se enamora - recíprocamente - de Michelangelo (Flavio Parenti), un abogado de arraigadas ideas políticas de izquierda con un padre un poco casanova y una madre ama de casa. Poco después, alertados sobre la gravedad de aquella liason que podría convertirse en matrimonio, los padres de Hayley aterrizan también en Roma: Jerry (Woody Allen), un director de ópera jubilado y su esposa Phyllis (Judy Davis), una psicoanalista exitosa. La reunión con los futuros suegros de aquel "Belpaese" pondrá en marcha en la cabeza de Jerry una idea que podría alejar la amenaza de su muerte profesional (según la esposa Phyllis para Jerry la jubilación es sinónimo de muerte). Después de haber descubierto que Giancarlo (padre de Michelangelo, interpretado por el tenor Fabio Armiliato) posee bajo la ducha cualidades sorprendentes de canto, Jerry tratará de lanzarlo al mundo de la ópera como "tenor bajo la ducha". Al mismo tiempo, el famoso arquitecto John (Alec Baldwin) se encuentra de vacaciones en Roma, ciudad en donde de joven vivió durante varios años. En busca de las calles y de los recuerdos de juventud, se tropezará con Jack (Jesse Eisemberg), un aspirante arquitecto desconcertado por la llegada de Monica (Ellen Page) - atractiva amiga de su novia Sally (Greta Gerwig) -, al cual hará de mentor y Grillo Parlante siguiendo muy de cerca el lento rendirse de Jack a los impulsos y corrupciones de la vida.

Siguiendo las huellas de la película de Fellini "Lo Sceicco Bianco", Antonio (Alessandro Tiberi) y Milly (Alessandra Mastronardi) son dos recién casados llegados a Roma desde Pordenone para reunirse con los familiares de alto rango de Antonio y evaluar la posibilidad de un traslado a la capital. Y mientras que Milly, perdida por las calles de Roma en busca de una peluquería, será seducida por un famoso actor (Antonio Albanese), Antonio se encontrará, debido a un malentendido, a tener que hacer pasar por su esposa la irreffrenable prostituta de alto standing Anna (Penélope Cruz). Ambos al final tendrán que hacer frente a los hechizos de la tentación. Leopoldo Pisanello (Roberto Benigni), en cambio, es el prototipo del hombre común con un trabajo mediocre, una familia normal y pocas ideas en la cabeza. Pero un día su normalísima vida se ve abrumada por el caos de la popularidad y del éxito. "Famoso por ser famoso" le explicarán más tarde, cuando terminará por preguntarse cómo es posible que decenas de telediarios y periodistas compitan por conocer lo que desayuna o si prefiere usar boxer o slip. El soplo casual del éxito, entre noches de juerga y vaivén de mujeres, agitará su vida como una hoja en el viento para después, finalmente, traerlo de vuelta a la soledad de su reencontrada anonimidad.

En las más de cuarenta películas (en poco más de treinta años de carrera) Woody Allen ha navegado a lo largo y ancho a través de los desordenes de la vida y de las idiosincrasias humanas sin perder jamás la brillante capacidad de asestar el golpe con ritmo, desentrañar la depresión humana a través de una sonrisa neurótica y liberadora. En "To Rome With Love" los altos y bajos de su brío artístico se funden de manera ejemplar, dando vida a una comedia algo desquiciada, cuyo ritmo es, sin embargo, sostenido e impulsado por la presencia del genio de Allen, capaz de otorgar ritmo y diversión de manera aparentemente caótica como funcional (gracias al color otorgado por la amplia gama de actores elegidos). Después de todo Allen es todo excepto un minus habens. Y, de hecho, en esta película a episodios la sensación de descentración (especialmente en el episodio de los recién casados) y la excesiva didascalia auto-referencial (en particular, en el personaje de Benigni) son sólo parte de un contenedor mucho más grande de entretenimiento que vagando por las mágicas calles trasteverinas u observando las impresionantes vistas de una Roma amarillenta, que mezcla la insuficiencia del hombre común a la llamada del éxito, los valores simples a los peligros de la seducción, los miedos, los sueños y las nostalgias del hombre en general

Un caldero de ideas y bocetos que esta vez son empapados por una italianidad que mezcla hasta convertir indisolubles todos sus rasgos más ilustres o grotescos (la cultura, el arte, la música, la ópera, la cinematografía, y también el sensacionalismo, el gossip, las escorts, los estereotipos sociales). Por lo tanto, es imposible separar en esta película aquello que funciona y aquello que no porque se trata de un flujo de conciencia personal aplicado a una cultura y a una ciudad. Y el hecho de que el flujo en cuestión sea el de Woody Allen hace el resultado del partido mucho más cuestionable que las cartas individuales en juego. El amor de Allen por su trabajo y la difusa humildad en el desear permanecer arraigado al papel de anfitrión, junto con un estilo cómico que, incluso cuando discontinuo deja siempre una huella ("Si estás en contacto con Freud dile que te devuelva el dinero", dice Jerry a su esposa, en respuesta a una de las muchas píldoras psicoanalíticas otorgadas), eleva la vaporosidad de "To Rome With Love" en una película absolutamente agradable y en ocasiones hasta se ilumina gracias a las pequeñas pero fulminantes perlas allenianas, como el acuñar de situaciones o términos ingeniosamente capaces de describir la desorientación humana (la melancolía de Melpómene). "To Rome With Love" desde luego no será recordada como una obra maestra, pero conseguirá entrar en ese grupo de películas que, a primera vista, pueden no gustar, pero luego, con el pasar del tiempo, se podría reconocer en ellas una cierta insolencia "agradable" que conduciría a revalorizarlas. O por lo menos eso se espera.

Valoración : 6.5/10


En dos palabras : Muchos señalarán el trabajo de superficialidad y abundancia de estereotipos, y no se les puede culpar. Sin embargo, aunque sino es el mejor Allen de siempre, "To Rome With Love" es al final una película que juega muy bien el papel que tiene, porque su propósito no es ser la radiografía social de un país como Italia, sino más bien un desinteresado homenaje a una cultura tan llena de sugestiones de suscitar una obra multiforme casi inclasificable. De cualquier manera, una postal de amor que de parte Woody Allen no podemos no aceptar.

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